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El Manual del Desastre Controlado: Capítulo 1 – L

Author:Elena María Párraga Loor Time:2024/11/22 Read: 6981

El Manual del Desastre Controlado: Capítulo 1 – La Ley de Murphy y el Café de la Mañana
El Manual del Desastre Controlado: Capítulo 1 – La Ley de Murphy y el Café de la Mañana
INT. COCINA – MAÑANA

La cocina es un caos ordenado. O, quizás, un orden caótico. Botellas de especias abiertas, tazas desparejadas, un robot de cocina con un misterioso residuo verde adherido a su brazo. RICARDO (30s, con la camisa por dentro del pantalón, un claro indicio de su naturaleza organizada a pesar de todo), lucha con una cafetera italiana.

RICARDO (murmurando) Venga, vamos… ¡casi lo tienes! Hoy es un día crucial. Presentación a las 9. Impresionar a la directora. No hay margen para errores. Absolutamente ningún margen.

Intenta encajar el filtro en la cafetera, pero este se resiste con una obstinación digna de mejor causa.

RICARDO (suspira) La Ley de Murphy ya ha comenzado a operar. Lo sé. Lo siento en mis huesos.

De repente, el teléfono suena, una melodía chirriante y molesta. Ricardo lo ignora, concentrado en su batalla con el filtro. El teléfono sigue sonando, insistiendo. Finalmente, Ricardo lo contesta, sin mirarlo.

RICARDO (irritado) ¡Sí, sí, qué pasa!… ¿Manuela? ¡No es hora de tus charlas existenciales de las 7:15 de la mañana!

MANUELA (V.O.) (voz dulce y burlona) Ay, Ricardo, ¿qué haces? Tu tono de voz sugiere que estás enfrascado en una batalla épica contra un artefacto doméstico… ¿la cafetera? ¿Otra vez?

Ricardo se da cuenta de que está hablando con Manuela, su mejor amiga. Se le escapa una sonrisa.

RICARDO (resignación) No es una batalla, Manuela. Es una… negociación. Una compleja negociación con un filtro de café rebelde.

MANUELA (V.O.) Te apuesto a que hoy te echas el café encima, te quemas con el agua hirviendo, y la presentación la haces con la camisa manchada de café y un filtro pegado a la frente.

RICARDO (sorprendido) ¡No digas eso! No lo menciones, maldita sea! ¡Es mala suerte!

Con un súbito tirón, Ricardo consigue encajar el filtro. Lo celebra con un pequeño puñetazo al aire, pero al hacerlo, la cafetera se vuelca ligeramente, derramando un poco de agua caliente en su mano.

RICARDO (gime) ¡Ay! ¡Maldición! ¡Lo sabía! ¡La Ley de Murphy siempre gana!

Manuela suelta una carcajada.

MANUELA (V.O.) Te lo dije. Apunta eso en tu “Manual del Desastre Controlado”. Parece que hoy el capítulo se llama “El Desastre Cafeteril”.

Ricardo mira su mano roja. Luego, mira la cafetera, el filtro, la cocina en general. Suspira, pero esta vez, con una sonrisa. Sabe que este es solo el principio de un día… interesante. Empieza a limpiar el desastre, mientras susurra:

RICARDO (para sí mismo) Capítulo 1, página 1. Anotaciones: café caliente, filtro rebelde, mano quemada. Próximo paso: encontrar una camisa de repuesto… y tal vez, un chaleco antibalas.

FADE OUT.

El Manual del Desastre Controlado: Capítulo 1 – La Ley de Murphy y el Café de la Mañana

INT. COCINA – MAÑANA

La cocina es un ecosistema de caos controlado. Botellas de especias adornan precariamente estantes abarrotados, tazas desparejadas forman una pequeña tribu en el escurridor, y un robot de cocina, con un sospechoso residuo verde fluorescente adherido a su brazo metálico, parece observar el drama con una maligna sonrisa. RICARDO (30s, camisa impecablemente planchada, metida con milimétrica precisión dentro del pantalón, un claro indicio de su obsesión por el orden), lucha con una cafetera italiana como si fuera un dragón escupiendo fuego.

RICARDO (murmurando): ¡Venga, vamos! ¡Casi lo tienes! Hoy es el día. Presentación a las 9. Impresionar a la Directora Kraken. No hay margen para errores. Absolutamente. Ninguno.

Intenta encajar el filtro de papel en la cafetera, pero este se resiste con la testaruda obstinación de un político en campaña electoral.

RICARDO (suspira): La Ley de Murphy ya ha comenzado a operar. Lo siento en mis huesos. Lo huelo en el aroma a café rancio del aire…

De repente, el teléfono suena con una melodía tan chirriante que podría resucitar a los muertos. Ricardo lo ignora, concentrado en su duelo con el filtro. El teléfono insiste, con la terquedad de un niño que quiere dulces. Finalmente, Ricardo contesta, sin siquiera mirar el aparato.

RICARDO (irritado): ¡Sí, sí, ¿qué pasa?! … ¿Manuela? ¡No es hora de tus charlas existenciales de las 7:15 de la mañana!

MANUELA (V.O.) (voz dulce y burlona): Ay, Ricardo, ¿qué haces? Tu tono de voz sugiere que estás librando una batalla épica contra un artefacto doméstico… ¿La cafetera? ¿Otra vez?

Ricardo se da cuenta de que es Manuela, su mejor amiga. Una sonrisa, a pesar de su situación, asoma a sus labios.

RICARDO (resignación): No es una batalla, Manuela. Es una… negociación. Una compleja negociación con un filtro de café rebelde, que parece tener una agenda oculta.

MANUELA (V.O.): Te apuesto a que hoy te echas el café encima, te quemas con el agua hirviendo, y la presentación la haces con la camisa manchada de café y un filtro de papel pegado a la frente como un tercer ojo. Sería… pintoresco.

RICARDO (sorprendido): ¡No digas eso! ¡No lo menciones, maldita sea! ¡Es mala suerte!

Con un súbito tirón, Ricardo consigue encajar el filtro. Lo celebra con un pequeño puñetazo al aire… que termina con la cafetera volcándose ligeramente, derramando un chorro de agua hirviendo sobre su mano.

RICARDO (gime): ¡Ay! ¡Maldición! ¡Lo sabía! ¡La Ley de Murphy siempre gana! Y lo hace con una precisión quirúrgica.

Manuela suelta una carcajada sonora.

MANUELA (V.O.): Te lo dije. Apunta eso en tu “Manual del Desastre Controlado”. Parece que hoy el capítulo se llama “El Desastre Cafeteril”. Ya estoy viendo el best-seller.

Ricardo mira su mano roja, envuelta en una nube de vapor. Luego, mira la cafetera, el filtro, la cocina en general… un paisaje desolador. Suspira, pero esta vez, con una sonrisa. Sabe que este es solo el preludio de un día… interesante. Empieza a limpiar el desastre, murmurando para sí mismo:

RICARDO (para sí mismo): Capítulo 1, página 1. Anotaciones: café caliente, filtro rebelde, mano quemada. Próximo paso: encontrar una camisa de repuesto… y tal vez, un chaleco antibalas. Y un nuevo filtro, que parece tener un sindicato.

FADE OUT.

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