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Un hombre castaño de veinte años, espera a entra

Author:unloginuser Time:2024/09/22 Read: 4667

Un hombre castaño de veinte años, espera a entrar en la oficina del jefe. Éste último corta un puro con la guillotina y se sienta. Es un hombre moreno de cuarenta años.
-Juan, has hecho un excelente trabajo con >>las finanzas.
<>venga “Hacienda” >>. —Gracias señor.
-Esta noche te daré un regalo por los >>esfuerzos realizados.
El oficinista arquea una ceja y se despide.
Cuando llega a casa, enciende la luz y se encuentra una chica adolescente rubia de doce años vestida como una gatita.
-Te he esperado toda la noche, amo. —Dice acariciándole la nalga derecha.
Seguidamente, Juan se baja los pantalones y le penetra la boca paulatinamente.
<, —medita.
Tras ésto, sale de la cavidad y se tumba.
-Hazme una “vaquera invertida”.
-Sí, amo
La sumisa lo guía hacia el interior de espaldas y comienza a embestirla mientras Juan le pasa las manos por el trasero.
-Sigue metiéndome la polla por el culo. —Dice la esclava.
Finalmente, Juan sale de ella y le cubre la cara con la semilla.
A la mañana siguiente, ambos desayunan en la mesa.
-¿Cómo te llamas?
-Krystal, amo
-¿De dónde eres?
-No lo sé, me criaron en una mazmorra, >>amo.
-¿Sabes algo de tus padres?
-No, amo, sólo he conocido a mi >>entrenador.
-¿Qué vas hacer ahora?
-Soy tuya, amo, así que ya dirás.
-Puedes vivir conmigo, veré si puedo hacer >>un arreglo con Júlvez.

El aire en la oficina del jefe era denso, impregnado por el aroma avinagrado del puro recién cortado con la guillotina. Juan, un joven de veinte años con la piel tostada por el sol, se acomodó en la silla frente al escritorio, la mirada fija en la figura imponente del jefe. El hombre, moreno y de unos cuarenta años, le dedicó una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

“Juan, has hecho un excelente trabajo con las finanzas. Eres un verdadero activo para la empresa.”

Juan, incómodo, sólo pudo asentir. Su mente se llenó de imágenes de las horas extras, los fines de semana sacrificados, la presión constante. Sabía que detrás de la elogiosa frase se escondía algo más. El tono suave de la voz del jefe no era más que la antesala de una nueva exigencia.

“Esta noche te daré un regalo por tus esfuerzos”, dijo el jefe con un tono que se deslizaba entre la amenaza y la promesa.

Juan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “¿Un regalo?” repitió sin saber qué esperar.

El jefe se encogió de hombros. “Un pequeño gesto de gratitud. Te lo mereces, Juan.”

Con un nudo en el estómago, Juan se despidió y salió de la oficina.

En su casa, la noche lo recibió con una atmósfera inquietante. Al encender la luz, se encontró con una visión que le heló la sangre: una adolescente rubia de doce años, vestida con un diminuto traje de gatita, lo observaba con una sonrisa inquietante.

“¿Te he esperado toda la noche, amo?”, susurró la chica mientras acariciaba la pierna de Juan.

Juan no pudo articular palabra. La joven se le acercó, una mirada vacía en sus ojos, y le rozó el rostro con un dedo frío.

“Amo”, repitió, y Juan sintió un miedo que le paralizó los músculos.

No supo cómo ni cuándo, pero la joven se le había acercado y le estaba besando con una intensidad que lo llenó de una mezcla de terror y fascinación. No era un beso humano, era algo más primitivo, casi animal.

La escena que siguió fue una pesadilla. Juan, sometido a una fuerza invisible, se encontró obedeciendo a la joven, realizando actos que en su sano juicio nunca haría.

La mañana siguiente, la joven, que se llamaba Krystal, estaba sentada a la mesa con él, desayunando. Juan la observaba con horror y fascinación. ¿Quién era esta niña? ¿De dónde había salido? ¿Qué le había hecho el jefe?

“Amo”, dijo Krystal con voz suave. “Soy tuya. Dime qué quieres que haga.”

Juan, con un corazón apesadumbrado, se dio cuenta de que estaba atrapado en una pesadilla que no tenía fin.